March 24, 2009

Traer la mente a casa.
Respirar. Respirar.
El viento me revuelve el pelo, tambalea la bicicleta, pega fuerte en mis oídos.
Los gansos se cruzan, siento que sí, que estamos bajo el nivel del mar. De pronto algunos rayos de sol, una nueva luz que ilumina la vereda. El pasto verde, húmedo. De nuevo lluvia, intensa, desordenada. La falsa primavera, Hemingway y los recuerdos de Paris. Cinco kilómetros más. Pienso en ellos, pienso en él. En él y su violín. Su arrogancia, su silencio, la belleza de su música apasionada. Sus ojos, su tormento, su forma de observarme en la distancia. Mis ganas adolescentes de ser parte del colectivo. De actuar, protestar, rebelarme. Rebelarnos.
Esta tarde hay cena y una charla. Tengo cosas que hacer... (Y si entonces nos desencontramos? Si se olvida de mis ojos, de mi forma de observarlo en la distancia?)
No estaré ya en lo que viene. Hace años sí lo hice, la dejé sola por estar allá y no tenía sentido. Prometí no volver a hacerlo. No estaré ya en lo que viene.
Respirar. Respirar.
Traer la mente a casa.