September 16, 2006

Libro libre..

Cuando estaba en cuarto medio, arrendamos con mi familia una casa chica que quedaba como a 4 cuadras del colegio. Entrábamos a las 7:45 am. Sagradamente cada mañana me cruzaba el morral al hombro y partía caminando a clases. Mi colegio quedaba en Bilbao con Tobalaba, así que mucha emoción el camino no tenía, pero había una calle en particular que me fascinaba...

Curiosamente, a diferencia de todo Providencia, ese pasaje no estaba pavimentado. La calle unía Bilbao y Diego de Almagro, y era mi atajo preferido. Eran unas 14 casas pareadas... una tenía la puerta azul con un sol pintado arriba. Me acuerdo que las ventanas de esa casa siempre estaban abiertas, y el pasto del mínimo antejardín que tenían jamás estaba cortado.

Fue en ese pasaje de tierra, una mañana de invierno, cuando al lado de las bolsas de basura encontré un libro. Me agaché cuidando el viento y la falda y ahí estaba: Poemas y antipoemas de Nicanor Parra. No podía creerlo. Recogí el libro y miré alrededor a ver si a alguien se le había caído.. pero no. El libro estaba ahí intencionalmente. Puesto a propósito para que yo lo encontrara en mi camino. El libro había sido liberado....

Me acordé de Nicanor porque el 21 de septiembre será la primer gran liberación de libros en Santiago. La idea es dejar un libro en algún lugar público, como una plaza, un teléfono público, una estación de metro, la micro, un consultorio, etc...
En la primera hoja hay que escribir una dedicatoria donde se aclare que el libro pertenece al Movimiento Libro Libre, que está allí porque alguien lo dejó para que otro lo encontrara, y que el que lo encuentre, debe liberarlo una vez que lo lea...

En ese pasaje en Providencia, hoy pavimentado, liberaré a Nicanor frente a la misma casa de puerta azul y sol desteñido. Después de 7 años, volverá a la calle para encontrar un nuevo dueño.

September 06, 2006

Te he extrañado mucho este tiempo. Miro tus ojos preciosos y pienso en cuánto me habría gustado aprehender todas las experiencias que atesoraste, toda tu sabiduría y esa fuerza desgarradora, tu perseverancia testaruda... Dicen que heredé tu fuerza, tu valentía. Pero me falta tanto tanto por aprender. Este año he crecido mucho, habrías estado orgullosa de mí, estoy segura.

Son curiosas las cosas que recuerdo más vívidamente de ti. Tus rodillas débiles, blancas, suaves. Tu olor a manzanas en las manos arrugadas, llenas de manchas cafés. Tu pelo rubio casi blanco, delgado y crespo, esponjoso. Tus pasos cortos... Te echo tanto de menos abuelita... me pena no haber sabido darte el amor que te tenía. Un mes fue muy poquito para ponernos al día... pero lo agradezco inmensamente.



Te quiero abuelita, te amo mi welit. Te necesito también. Necesito tus sopaipillas de invierno, necesito tus rezos, necesito verte sentada en la cocina... pucha abuelita, perdóname por favor... es que te echo de menos... necesito tu fuerza ahora, necesito tu orgullo para hacer lo que sé que tengo que hacer, para tomar esa decisión que me pesa y hacer valer lo que soy. Tal como tú lo hiciste al menos 3 veces. Mi situación es igual a la tuya, sabes. Y yo tengo más educación, más apoyo, pero menos voluntad, menos entereza.

Ayúdame welita, ayúdame a usar todo lo que me entregaste. Ayúdame a decir basta, a decirle lo que pienso, a defender mi paz, mi dignidad.
Mira! En mi balcón, el viento y los pajaritos... te siento cerca welita, aquí adentro siento que me quieres, que me perdonas, que me acompañas.

September 02, 2006


"En medio de su saciedad, Renée experimentó una singular sensación de deseos inconfesados al ver ese paisaje que no reconocía más, esa naturaleza tan artísticamente mundana a la cual la gran noche estremecida convertía en un bosque sagrado, en uno de esos claros ideales en el fondo de los cuales los antiguos dioses ocultaban sus amores gigantescos, sus adulterios y sus incestos divinos. Y, a medida que la calesa se alejaba, le parecía que el crepúsculo arrastraba detrás suyo, en sus velas temblorosas, la tierra del ensueño, la alcoba vergonzosa y sobrehumana en la cual ella hubiera saciado al fin su corazón enfermo, su carne fatigada".

Fragmento de La Ralea, Emile Zola.