April 20, 2006

La palabra más bonita del castellano

La palabra tiene fuerza creadora, es la matriz que da existencia a las cosas que enunciamos. Cuando se pronuncia, la palabra se crea a sí misma, adquiere una realidad casi física. Por eso elijo la palabra plenitud porque al nombrarla se llenan todos los espacios, todas las ausencias, todos los vacíos.
Porque trae arraigada una libertad abarcadora y fulminante, una sensación de bienestar y una belleza sensorial intangible e inconmensurable. Por la gracia de su trazo, por la combinación desordenada y geométrica de caractéres grandes y pequeños. Porque suma 8. Porque el hombre aspira a conquistarla, y puede hacerlo con sólo pronunciarla.
Plenitud.

April 18, 2006

April 05, 2006

Miércoles. El sol golpeando con furia el vidrio derretido que me separa del balcón, mientras escucho cómo crepita la lluvia húmeda que emerge del parlante. Se me cayeron los modelos, los referentes incuestionables han muerto para siempre. Soy mucho menos de lo que pensaba. Son ellos también, esos otros, mucho menos de lo que había imaginado. Nunca vi a mis padres como héroes. A los 7 años dejé de mirar a mi madre hacia arriba y comencé a cuestionarla, a interpelarla, a criticarla. Una pendeja insoportable hacía por vez primera su metamorfosis en mí. De mi padre siempre sentí ausencia, vacío, indiferencia. Anhelé llamadas y viajes, preguntas, respuestas. Omisión constante. Nunca fueron mis héroes personales.
A los 7 años se convirtieron en seres de carne y hueso, pletóricos de pecados originales y adquiridos. Me convertí en un culto arrogante a mi propia existencia. Jamás lo supe, hasta que salí a conocer el allá afuera. Entonces aparecieron los otros.
En la lectura descubrí a Soloman, el héroe que superaba a todos los superhéroes como Batman, siendo tan sólo un hombre. Llevando una amapola (curiosa coincidencia) a la niña que estaba eternamente postrada en el hospital. No existe Soloman fuera de ese libro. No existe.
Del cine admiré el cambio profético de un Peter Pan perdido en la sociedad, que reivindica su pasado y su origen gracias al secuestro fatal de sus dos hijos (Hook). Otra gran mentira. La gente no cambia. El mundo te corrompe.
En el universo del circo y los payasos, aprendí que la vida era carnaval, magia, risa constante. Qué ingenuidad. No sabía cuánta mierda se escondía tras el espectáculo. Cuánta suciedad, cuánta ropa quedaba tendida en la trastienda.
Siempre confié de primera en la gente. Nunca me protegí. Hasta que después de caerme mil veces la herida se hizo demasiado grande. Me gustaba ser así. Me gustaba entregarme, pensar que los otros eran buenos, que eran nobles.
Pero me caí de nuevo. Me hundí en la mierda de la malintención. Al final, una de las personas que yo más cuestionaba, mi propia abuela, parece mirarme desde arriba. Con una sonrisa triste me dice a través de sus ojos verdes que ella me lo advirtió. Que nada es lo que parece. Que mis referentes no valen nada.

Me quedo en el aire.
Siempre he buscado una guía, un modelo. Lo he necesitado. Y la fe me falla; y me contemplo y quedo absorta en un huracán inconmensurable de soles que golpean derritiendo vidrios, mientras la lluvia crepita en el asfalto. Los ojos se vuelven húmedos, tétricos, se carbonizan en esa miseria. Ya no entiendo nada. No sé nada.
Este año he vivido una vida entera. Muerte, nacimiento, amor, desilusión, encuentro, abandono, cicatrices, sangramientos, ensueños, vigilia. Todo lo que creía, todo lugar en que tenía anclada mi confianza, desaparece frente a mí. Simplemente se esfuma, se evapora.

La consternación de despertar en un lugar desconocido me oprime el pecho. La crueldad de endurecerme. De traicionar mis principios. De desconfiar. De tener que escoger, finalmente, yo también una máscara para mezclarme, para perderme, para abandonarme y confundirme entre los otros.