July 28, 2006

"Furioso pétalo de sal, la misma calle, el mismo bar
nada te importa en la ciudad si nadie espera...

Ella se vuelve carmesí, no sé si es Baires o Madrid.
Nada te importa en la ciudad si nadie espera...

Y no es tan trágico mi amor,
es este sueño, es este sol
que ayer parecio tan extraño,
o al menos tus labios...

Yo te entiendo bien, es como hablarle a la pared
y tú podrias darme fe....

....y te imagino dando vueltas en el vecindario

algo tienen estos años,
que me hacen poner así y decirte que te extraño
y voy a verte feliz".

Fito Páez

July 27, 2006

Despierto y me siento rara. Al parecer no tengo nada urgente que hacer. Nadie que me diga, me recuerde o me nombre. Nada que ir a reportear, ninguna prueba que corregir, ninguna llamada que atender.

Anoche caminé mucho, salí tarde del trabajo y me sorprendí extrañando. Iba bajando las escaleras cuando sonó el celular. Pero no. Era mi tío del norte, que llamaba para que fuera a comer con la familia. No alcancé a tomar el primer tren del metro, ni encontré una micro que parara. Tenía la nariz roja, las manos congeladas. Llegué cuando estaban en el postre. Después fui donde mi amiga. Llovió.
Ahora amanece y me siento extraña. Pienso si llamo, si escribo, si elijo el silencio. Vuelvo a dormir. De nuevo el celular. De nuevo mi tío del norte. Un almuerzo con la familia, dice. Me levanto y vuelvo a caminar.

A las 4 suena el teléfono. Un amigo que no veo hace tiempo. Nos juntamos, nos reímos, me deja en el metro. Me doy cuenta de que sigo extrañando.

Camino por la calle, la plaza. Ahí siguen la ventana y el banquito, como si nada, ajenos a esta historia, como si nunca hubiesen existido. Entro al canal. Oscurece.

Bajo las mismas escaleras. El viento me golpea el cuerpo. Mi chaleco está muy corto y no traje chaqueta. Pienso si llamo, si escribo, si elijo el silencio.

Vuelvo a mi casa y me duele la cabeza. Llegan mis hermanos. Los abrazo, los regaloneo, les preparo once. Ella se va con una amiga. Yo me levanto y salgo con mi hermano. Una cerveza en Providencia y él se va a su carrete. Cruzo al Phone Box y escucho a la banda tocar. Tomo el auto y subo por Tobalaba. Me reencuentro con compañeros que no veía hace 6 años. Estoy contenta, me río, me abrazan, me invitan. Pero sigo extrañando.
Busco a mi hermano y volvemos a casa. Es tarde, amanece. Hay que ir al aeropuerto. Una noche sin dormir.

Llegamos al counter, los registran, estamos justo en la hora. Compramos un jugo, nos abrazamos, nos queremos. Llegan a policía internacional. Salen corriendo al avión y me doy la vuelta. Prendo un cigarro y suena el celular. Otra vez no. Es mi hermano histérico que me grita que el avión ya se fue, que se quedaron abajo.

Sacamos las maletas y volvemos al counter. Mi hermana habla, reclama, exige. Les dan otros pasajes para el avión de las 12. A pesar de la rabia de mi hermano, del sueño que doblega, de la añoranza, me río fuerte y mi voz hace eco en el pasillo. Sí, estoy contenta. Antes no tuve un momento, no tuve decisión, no tuve esfuerzo. Ahora la oportunidad se ofrece. De pronto todo encaja. De pronto entiendo...

Les invito un café y nos sentamos donde siempre. Jugamos bachillerato, colgado, gato. Nos reímos de todo. “Adivinen la palabra que estoy pensando”. Aparece mi abuela en la memoria, se hace presente de una forma absoluta, dichosa... Hago el ridículo, hablo hablo hablo, mímicas, chistes, besos gordos, cosquillas. Me reencuentro con ellos, me reencuentro conmigo. Pasan las horas volando.

Los dejo en el pasillo de embarque y vuelvo al auto. Es un día precioso, está todo iluminado. Suena el celular, pero ya no extraño.

Llego a mi casa y escribo. Pienso en tomar el auto y manejar sola hasta el Cajón del Maipo. Estoy feliz. Estoy en paz. Estoy conmigo.

July 10, 2006

Un jueves en Valparaíso...

Palpar, oler, saborear.
Experimentar el mundo.
Me gusta ser. Me gusta estar.

July 02, 2006

El jueves recibí una llamada inesperada. Iba subiendo las escaleras de la Portales, atrasada, corriendo. En mi walkman sonaba The Million Dollar Hotel a todo volumen. No sé cómo escuché el celular... pero si no hubiese contestado, los días que siguieron habrían sido muy diferentes...
Cuando corté, me sentí un personaje de las tantas películas que rondan mi cabeza... No sabía bien qué hacer, qué decir, qué esperar... pero salí del edificio convencida de que era el momento de volver, de enfrentar.
Cuando crucé el puente estaba empezando a llover. Hacía frío, el viento me dejó la cara roja y todo el pelo enredado. La calle parecía inclinarse hacia mí ofreciendo sus recuerdos y mis huellas; los colores, las hojas moradas que terminaban de caerse de los árboles, la gente de oficina, la plaza desolada, perdida en el invierno.
Un calor intenso me invadió desde el centro del cuerpo y decidió quedarse en mis mejillas. Pensé que pasaría mucho más tiempo antes de que pudiera volver a caminar así por esa calle, siguiendo de largo, sin mirar esa ventana con nostalgia. En un instante reviví meses de emociones profundas, de experiencias antes desconocidas. Reviví un sábado de siesta en el parque, una noche de domingo sola en el banquito, un jueves de espera eterna en la fuente del árbol, un viernes de despedidas, un almuerzo prometido y caminado con mi amigo de las rastas, una carta escrita en la mañana, mirando el cerro con neblina, un regreso equivocado y discutido, un verano entero de cambios...
Entré sin sacarme los audífonos. Después de 3 meses, y a pesar de que nunca supe su nombre, ella aún me recordaba. Esta vez no me perdí, pero sentí en la boca el sabor a un susto ya vivido. Subí y saludé, y dije y pregunté y me reí y tuve ganas de llorar. Al final no pasó nada, pero pasaron tantas cosas...
Cuando volví a cruzar el puente la calle estaba mojada. La gente había abierto los paraguas, las micros pasaban llenas. Prendí un cigarro y me puse a caminar. Como si se tratara de una revelación, de pronto tuve la certeza de que realmente tenía que volver: así estaba pensado, aunque me costara, aunque no lo hubiese planeado. Supe que era el momento justo, que estaba preparada. Esa certeza cambió todo lo que vino después. Desde ese minuto, todo ha sido diferente.