October 17, 2006

El fogón quema con furia la tetera de lata, impregnándome indefectiblemente de ese olor a humo que ronda el campamento. El mate está dulce, caliente. Santiago brilla iluminado a la distancia, ajeno a esta noche interminable, en que ellos y yo compartimos la desesperanza de no saber qué va a pasar, adónde irán, de dónde cresta sacarán garra y paciencia.

La miro en la penumbra. Observo sus dedos toscos, sus labios secos, sus ojos húmedos. Fuma un derby y vuelve a toser. Su voz es áspera, ronca, se quiebra como una hoja de otoño bajo un zapato de suela gruesa. Tengo frío, hambre, sed. Tengo ganas de abrazarla y decirle que no se preocupe, que todo se solucionará, que ellos van a estar bien. Tengo ganas de mentirle.

Habla. Dice todo, todo, todo lo que siente. Corre la cortina y ahí están ellos. Entre maderos y colchones, sus nietos duermen a pesar del ruido. Ella pierde el control. Se quiebra. Sufre. Decido apagar la cámara. Ya el vínculo trasciende el reportaje. A estas alturas de la noche- de la madrugada- me doy cuenta de que no soy inmune a la incertidumbre que enfrenta esta familia. De pronto, soy conciente de cómo este pequeño acaba de cambiar mi vida, cómo logra llenarla con su sueño dulce y vulnerable.

La noche siguiente, se duerme en mis brazos y lo sostengo por tres horas. Es que ya no quedan camas, las carpas se levantaron, las maderas terminaron de arder en el centro de la plaza. Hay que irse, tienen que regresar. Ella me pide que me quede un rato más, y luego otra vez, que vuelva, que no lo deje. Yo le pido quedarme un rato más, y luego otra vez, volver, no dejarlo.

October 03, 2006

"Sin entrar a discutir si soy o no el que era hace veinte años, es indiscutible, me parece, el hecho de que el que soy proviene, por serie continua de estados de conciencia, del que era en mi cuerpo hace veinte años. La memoria es la base de la personalidad individual, así como la tradición lo es de la personalidad colectiva de un pueblo. Se vive en el recuerdo y por el recuerdo, y nuestra vida espiritual no es, en el fondo, sino el esfuerzo de nuestro recuerdo por perseverar, por hacerse esperanza, el esfuerzo de nuestro pasado por hacerse porvenir.

Me dicen que he venido a realizar no sé qué fin social, pero yo siento que yo, lo mismo que cada uno de mis hermanos, he venido a realizarme, a vivir.

¿Para quién hizo Dios el mundo? Para el hombre. Pues bien, sí, así debe responder el hombre que sea hombre. La hormiga, si se diese cuenta de esto, y fuera persona, conciente de sí misma contestaría que para la hormiga, y contestaría bien. El mundo se hace para la conciencia, para cada conciencia.

La única conciencia de que tenemos conciencia es la del hombre. El mundo es para la conciencia. O mejor dicho, este para, esta noción de finalidad, y mejor que noción sentimiento, este sentimiento teológico, no nace sino donde hay conciencia. Conciencia y finalidad son la misma cosa en el fondo. Si el sol tuviese conciencia, pensaría vivir para alumbrar los mundos, sin duda; pero pensaría también, y sobre todo, que los mundos existen para que él los alumbre y se goce en alumbrarlos y así viva. Y pensaría bien.

Hay personas, en efecto, que parecen no pensar más que con el cerebro, o con cualquier otro órgano que sea el específico para pensar; mientras otros piensan con todo el cuerpo y toda el alma, con la sangre, con el tuétano de los huesos, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida. Y las gentes que no piensan más que con el cerebro, dan en definidores; se hacen profesionales del pensamiento. ¿Y sabéis lo que es un profesional? ¿Sabéis lo que es un producto de la diferenciación del trabajo?"

Del sentimiento trágico de la vida, Miguel de Unamuno.-
España, 1913