Viernes 21 de abril, 20:00 hrs.
En unas horas es mi cumpleaños...
Estoy sentada en el suelo del Centro Cultural Alameda, esperando que la gente salga del cine y que parta el Festival de Cuenta Cuentos.
Vine a filmar.
Vine a filmar sola.
L. se enfermó y el doctor le recetó dos días de reposo, así que se quedó en su casa.
A mí me complicaba venir sola, pero aquí estoy, enfrentando mis miedos, luchando contra mis propios demonios.
Al lado hay una pareja de pololos, o andantes, o ex pololos, no sé. Lo que sí sé es que se acaban de reconciliar. Y que se dan demasiado besos. DEMASIADOS.
Él le pide que se quede y ella se aleja sonriendo... súper coqueta. Se abrazan y él le hace cariño en la espalda, y desliza su mano bajo la polera de la niña.
No me molesta, pero me incomoda... Las pequeñas y abismantes sutilezas del lenguaje.
Es que pienso en X y siento que quisiera que estuviese aquí conmigo. Pero a la vez me asusta mucho. No lo conozco bien, me intriga, y es una amenaza insondable a mi precaria estabilidad interior.
Hoy no me soporto.
Parezco las típicas minas de reclame de analgésico pre menstrual. Guácala. “Mina”.
Llevo 45 minutos sentada aquí.
Me duelen los tobillos y el trasero. Ahora la gente está entrando. Me tengo que ir, pero no quiero moverme. No puedo.
“Ahora estamos distantes, no somos hermanos”, le dice el chiquillo a la polola-no polola.
“¡¿Y cómo está tu abuela weón?!”, pregunta ella. “No la veo hace muchos meses, pero el otro día hablé con ella, estaba igual que siempre”.
Como si no les bastara con besuquearse al lado mío. Tienen que traer también a mi memoria, a mi abuela que me pena en el subconsciente, a la que lloro en la noche, cuando vuelvo a soñar con ella.
Por primera vez en la vida, espero mi cumpleaños sola. Sin familia alrededor. Mañana tampoco van a estar aquí. X dijo que me tenía un regalo de cumpleaños. Que había visto algo para mí en su viaje y lo había comprado. Pero cuando me llamó, días antes, no se acordaba si le habían llegado mis mensajes. Yo me sé de memoria los de él. Arrrgggg ¡Patética!
Ante tanta inseguridad, ante la sospecha, tal vez infundada, de que él no me conoce, y si no me conoce
cómo crestas va a quererme!?, me pregunto si vale la pena intentarlo. Si vale la pena arriesgarme otra vez, y creer y entregar. No quiero caerme de bruces al suelo nuevamente. Y ojo, porque esta vez no es él el malo de la película. Esta vez ese rol estuvo compartido. Por estupidez propia, mía. Por inseguridad extrema. Por cabra chica.
Sábado 22 de abril, 07:00 hrs.
X fue la primera persona que me saludó para mi cumpleaños.
¿Tendrá idea de lo importante que fue para mí? Me mandó un mensaje al celular justo a medianoche, y sí, me mató con eso. Pucha que tengo hartas ganas de abrazarlo, de reírme con él, de bailar y salir y dormir y besarlo y quererlo y que me quiera intensamente.
Mi noche fue harto rara... Cuando salí del Festival de Cuenta Cuentos devolví la cámara que había pedido prestada y me junté con la M. No sabíamos adónde ir, no teníamos plata y yo igual estaba con sueño, así que decidimos tomarnos un café. Y fuimos al Dunkin Donnuts de El Bosque.
Pedimos dos cortados con rosquillas de manjar y nos pusimos a conversar... bla bla bla bla... A las 4 de la mañana me suena el celular... Un ritmo medio salsero que no sabía a quién le había puesto de ringtone... Hace tiempo que no sonaba... Sip. Era X. Y me cambió la cara y me puse tan, pero tan contenta... Una sonrisota me delató. Mi amiga me miraba con cara de
pobrecita ingenua P. Pero yo seguía feliz. Prendí un cigarro y le pedí a la M. que me enseñara a jugar sudoku. Estuvimos hasta las 6 de la mañana en esa mesa, haciendo crucigramas y sudokus que sacamos de los diarios que tenían los chiquillos que estaban de turno en el Dunkin Donnuts. Pusimos el mp3 de la M. y tarareamos hasta que amaneció. Cuando nos fuimos del local, nos despedimos de la niña que atendía la caja y cuando pagamos, la M. le dijo al chiquillo que nos había servido café que era mi cumpleaños. El loco me miró y me dijo: “No importa, ya vendrán celebraciones mejores”. Plop. No tenía ni idea lo contenta que estaba. Lo contenta que estoy. Y todo por una llamada a las 4 de la mañana, dos cafés cortados y unas rosquillas de manjar.
Sábado 22 de abril, 23:00 hrs
Auxilio. Estoy colapsada. La gente sigue llegando a mi departamento y esto es un caos. Estoy estresada, lo echo de menos... Yo sólo quería estar con él este día. Irnos lejos, fuera de Santiago, dormir una siesta en el pasto, sobre la mantita aquella, leer un ratito, después mirar las estrellas, regalonear, tomar algo rico. Sentir su abrazo fuerte alrededor de mi cuerpo. Eso quería. Pero estoy acá, en mi departamento de dos por dos, con mucha gente que quiero ver y con la que quiero compartir, pero que no alcanzo a escuchar, que no puedo atender... Ni siquiera he logrado sentarme. Mis amigas siempre listas fueron al supermercado, otra me fue a comprar la torta, otra abre la puerta y yo respondo el celular, que no ha parado de sonar. Quiero agradecerles, quiero sonreírles, quiero hacerles sentir cuánto los quiero, lo importante que son para mí.
Los niños y mi mamá me llamaron en la mañana. Siguiendo la tradición familiar me despertaron con el cumpleaños feliz... me dio pena...
Hoy soy una amalgama de alegría y tristeza...
Y no puedo evitarlo.
Quiero verlo.
Lo echo de menos.
Parece que no hay nada que hacer al respecto. Estoy harto enamorada.