June 04, 2006

Me levanto y tomo un té en la terraza.
Bergamota. Miel para endulzar.
Hoy salió el sol y pega fuerte en mis hombros pálidos, transparentes.
Menta, melisa, albahaca, perejil, artemisa, me acompañan en este tercer piso. Bowie canta desde el computador. Ya no me llega el diario los domingos. El celular reposa sin llamadas perdidas ni mensajes recibidos. Tengo ganas de que sea un buen día.
Realmente quiero que lo sea.
El departamento está intransitable. La ropa sucia tirada por el suelo, mezclada con la poca que todavía queda limpia. Más de tres semanas sin lavar. Busco entre los trapos algo que ponerme. Algo que papá apruebe, al menos en mi mente.
Delineo con cuidado mis ojos, ennegresco las pestañas.
Mi aspecto cambia. Un dolor propio-ajeno se hace tangible con ese rimel y ese lápiz negro. ¿De qué me escondo?
Me subo al auto y saludo con mi mejor cara. Pero nunca es suficiente...
¿Para ellos? ¿Para mí?
Tengo pena.
Pasa la tarde y me duelen los ojos de tanto intentar no llorar.
Oscurece. Subo al auto, hablo hablo hablo para que no se note este silencio sepulcral que llevo por dentro.
Llego a mi departamento.
Hace frío. De nuevo Bowie en los parlantes y una sopa china que humea en mi cocina.
Prendo la tele. Hace dos horas que una periodista espera declaraciones de los estudiantes secundarios. En pantalla sólo salen un montón de escolares con carteles, sentados afuera del Instituto Nacional. Apago la tele.
¿Cuánto tiempo llevo yo esperando?
Suena el teléfono, pero no quiero contestar. No puedo.
Tengo los ojos inundados. Las mejillas teñidas de negro por el río de maquillaje, surcadas por la máscara que en esta soledad desaparece.
La ropa sigue tirada en el suelo. Una cajetilla de Belmont Lights está atrapada al lado de un chaleco. La recojo, a ver si queda... pero no.
Está vacía.
Quiero acostarme a llorar. A oscuras, arropada en mi cama.
Lejos de los juicios de todos esos ojos que me observan expectantes.
Pero no puedo. Tengo un alto de pruebas, trabajos y papeles que corregir para mañana.
Realmente quería que hoy fuera un buen día.

4 comments:

carlos subiabre sierralta said...

Ha triunfado otro ay y contra nadie.

César Vallejo

patch-blue said...

me emocionó mucho tu comment en mi blog, a veces uno cree que nadie entiende, pero no.. hay almas como la mia, que esperan. gracias mil por leerme.
mas todavía me tocó tu post de anoche, es como si de alguna manera lo hubiera escrito yo, lagrimas que no salen, y solo salen cuando uno esta sola.
siento tu pena, tu vacio como el mio. la pequeña o gran empatía que va recorriendo este mundo cybernetico.
un abrazo.
espero que tu pena y la mia pasen.
espero que quienes no entienden se callen, o al menos no tiren malas vibras.
un abrzo.

Lau said...

Es raro eso de cómo uno se contiene de llorar cuando tiene ganas y sólo lo hace cuando está solo... porque a la larga hace peor. ¿Qué será? ¿Un afán de mostrarnos fuertes? ¿Que no nos vean débiles los demás, para que no sepan cuán vulnerables somos y cuán susceptibles de sufrir? Quizá. No sé. Pero te entiendo, porque me pasa. Y al final, siempre espero estar sola. Aunque sé que me hace peor. A veces creo que no he aprendido nada. Siempre me digo que lo mejor es decir las cosas por su nombre y no quedarse callada, y lo hago, pero cuando le toca a mis sentimientos más profundos, no soy capaz. Espero que los días que vengan sean mejores. Ya sabes que lo que sea, puedes contar conmigo.
Un abrazo grande y un beso.

Daniel Lizana said...

LLegue aqui de rebote y me encontré con un mundo... De que planeta vienes?
parece que de aquel en que reinan las palabras y la elocuencia.
A veces la pena es la mejor compañera, mejor que el maestro Bowie (aunque cueste creerlo).
Suerte... los días tienen ritmo propio... y pronto volverán a tu favor.